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Umbra Light Festival 2021

La consolidación de un festival en tan solo dos ediciones Alicia Serrano Hace ya más de dos años, en febrero de 2019, se inauguró en Vitoria el UMBRA Light Festival. Aquella era su primera edición y supuso todo un éxito que parecía estar llamado a repetirse un año después. Pero llegó 2020 y, con él, […]
12.31.2021
Por Adadi
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La consolidación de un festival en tan solo dos ediciones

Alicia Serrano

Hace ya más de dos años, en febrero de 2019, se inauguró en Vitoria el UMBRA Light Festival. Aquella era su primera edición y supuso todo un éxito que parecía estar llamado a repetirse un año después. Pero llegó 2020 y, con él, una nueva realidad marcada por el COVID19. En el marco de una pandemia que ha supuesto una crisis sanitaria global, era imposible, por supuesto, celebrar un evento de este tipo… así que UMBRA tuvo que mantenerse latente y esperar la llegada de mejores tiempos.

Y así lo hizo: la dirección de este festival (ARGIA 3 Asociación Cultural) no se dio por vencida, aguardó el momento adecuado con paciencia y aprovechó ese tiempo extra de organización no solicitado para repensar el festival con perspectiva y, de ese modo, conseguir afinar su propuesta. Así llegamos al día 12 de noviembre de 2021, momento en el que, por fin, pudo inaugurarse esta esperada segunda edición. Los meses pasados hasta entonces habían supuesto un tiempo de latencia y así lo transmitieron, en clave poética, los organizadores del UMBRA Light Festival.

En el Quiosco de la Música del Parque de la Florida se expuso una pieza entendida como una simiente que, hibernando, había esperado el momento de germinar y florecer. Estoy hablando de la pieza “Neon’s Band: “Renacer””, creada por Studio & Light; una obra que actuaba como un eco directo de aquella presentada por el mismo estudio en la primera edición de 2019 (“Renacer”). Un guiño que, como se indicaba en el programa de UMBRA 2021, proponía: “buscar ese recuerdo positivo de cohesión social que fue la primera edición del festival, para renacer y liberarnos de los últimos tiempos y, a través de una imagen ya presente de nuestro pasado, presentarse con un nuevo espíritu”. La segunda edición, por tanto, se desarrolló con un talante ambivalente. Por un lado quedaba patente la idea de seguir trabajando las líneas maestras planteadas en esa primera edición, con la intención de afianzar el festival manteniendo una propuesta de calidad en clave de éxito.

Y por otro, estaba presente ese “nuevo espíritu”: plantear el festival desde una actitud renovada, en la que el relato no pierde la poética de ese primer encuentro pero (quizás) se torna más reflexivo. El lema de esta segunda edición, “¡Queremos que brilles tú!” iluminó, a lo largo de las tres jornadas del festival, la fachada del edificio Villa Suso. De este modo, interpelando directamente al visitante, se le recordaba que (después de tiempos oscuros) llegaba la luz a la ciudad. Un momento feliz y brillante, que se estaba generando en primera persona: la de la experiencia intransferible de aquel o aquella que, durante esos tres días, deambulaba activamente por las calles de Vitoria, percibiéndolas desde nuevas perspectivas gracias a las piezas lumínicas que, en aquel fin de semana, transformaron sus espacios. Pero esa otra mirada de la que hemos hablado previamente, hizo que el festival también convirtiese a sus visitantes en posibles agentes de cambio a través de una llamada a la reflexión.

Y es que, algunas de las piezas expuestas aludían, directa o indirectamente, a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados en la Agenda 2030 creada por las Naciones Unidas.

Ejemplos de ello fueron propuestas como “Ants”, del Colectivo 3 Lab Lights o “¡Toma tu lugar!” de Rodrigo Lavayol, siendo esta última resultado de otra de las novedades de esta edición: la llamada a la participación de artistas emergentes que se puso en marcha durante los meses del confinamiento a través de la “Convocatoria a jóvenes artistas”.

Quizás la obra que mejor escenificó esa actitud renovada presente en la 2ª edición de UMBRA fue, precisamente, la que dio el pistoletazo de salida al festival: “Expedición Nautilus”, surgida de una interesante colaboración entre la ilustradora Coaner Codina y el Estudio dLux, participando activamente en el proyecto Emilio Valenzuela (socio de la AAI y cofundador del Estudio dLux). Una pieza en la que la Plaza de la Virgen Blanca se vio sumergida en los océanos de luz y color generados a través de las ilustraciones de Codina. El resultado fue una experiencia inmersiva para el visitante en la que no sólo se producía una transformación sensorial y visual del espacio. Incluyendo al público en la pieza, también se le re-situaba como agente activo de cambio frente al impacto negativo y devastador que está teniendo la actividad humana en los océanos. Una cualidad destacable, que ha quedado patente en las dos ediciones de este festival desarrolladas hasta el día de hoy, es la línea comisarial que se establece en la selección de las obras que han de formar parte del mismo. Y es que, poniendo en un punto central al visitante, se le ofrece la posibilidad de descubrir obras de carácter internacional que, siendo todas ellas propuestas de calidad, presentan algunas de las diversas posibilidades creativas que podemos encontrar en el mundo del Light Art. En esta segunda edición, el público pudo disfrutar de piezas de “Video Mapping”, como “Pneuma” de MOMAP studio (proyectada en la Plaza de la Provincia); esculturas lumínicas como “Les Voyageurs” de Cédric Le Borgne (ubicadas alrededor del Parlamento Vasco);

instalaciones inmersivas en edificios de gran carga simbólica como “Miradas”, la propuesta de Carlos Torrijos (Vicepresidente de AAI) para el espacio interior de la Catedral de Santa María; e instalaciones lumínicas como “Order 200”, la obra de Emilien Guesnard que se localizó en el Palacio Escoriaza-Esquivel o la muy reseñable “Estados alterados de Tempo”, creada por LEDSCONTROL (cuyo Project Manager es nuestro socio Miquel Clot) y presentada en la Plaza de los Fueros. Y, entre los diversos tipos de interacciones arte-luz que se pudieron disfrutar a lo largo del festival, quizás una de las propuestas más sorprendentes e interesantes fue “(((Graffphonica)) )” presentada por SUSO33.

Ante esta pieza, el visitante podía experimentar la magia de la creación en directo a través de los trazos de este artista (una figura internacional del graffiti), que se transformaban a tiempo real en haces de luz, color y sonido.

Era ésta una propuesta escenográfica que, de algún modo, te transportaba al modus operandi de los grandes pintores expresionistas americanos; en cada pase, SUSO33 introducía su cuerpo, gestos y movimiento dentro de un gran lienzo que (proyectado sobre la fachada del Museo Artium) era una pieza viva en constante transformación frente a la atenta mirada del público asistente. Pero, es momento ahora, de fijar nuestra atención también en otros detalles. A la hora de disfrutar de la visita a un festival de este tipo, son muchos los factores a valorar y tener en cuenta. Y uno de los más importantes, quizás, sea la gestión de los espacios. En este sentido, UMBRA destaca por haber sabido potenciar una sinergia inteligente entre los espacios urbanos habitados por sus piezas y los recorridos generados entre ellas. Uno de los puntos que defiende la organización de este festival es que no sólo se debe trabajar con las obras y los artistas, también es importante ser consciente del espacio urbano y de las interrelaciones que se van tejiendo entre éste, los públicos y las piezas participantes. Si en su primera edición el festival se centró, sobre todo, en la zona del casco histórico; este año, sus obras han ido colonizando nuevos espacios urbanos algo más periféricos pero

igualmente interesantes.

Habitar esos otros espacios de la ciudad (áreas verdes, que invitan al paseo), permite

descongestionar el centro y, con ello, mejorar la experiencia del visitante que puede disfrutar

de las diferentes piezas del festival sin padecer aglomeraciones, agobios o excesivas

colas…

Partiendo de esta gestión de los espacios, en esta 2º edición de UMBRA, si en la almendra

histórica de Vitoria encontrábamos piezas tan espectaculares como “Icesky”, obra con la

que nuestro socio Ezequiel Nobili, intervino lumínicamente la Nevera Medieval de la ciudad

(un elemento patrimonial del siglo XI); saliendo de ese entorno más céntrico, se

presentaban piezas como “Underworld” de Aleksandra Stratimirovic (en el jardín del Palacio de Zulueta), “Kinetic Perspective” creada por Juan Fuentes (en el Paseo Carmelo

Bernaola) o, ya en el Paseo de Fray Francisco de Vitoria, “Susurro”, una obra presentada

por David Alcorta, socio de la AAI.

En definitiva, vemos que la espera no ha defraudado. Gracias al cuidado con el que se ha comisariado y organizado esta segunda edición,

UMBRA Light Festival ha conseguido presentar una propuesta de calidad que no sólo le ha procurado un importante éxito de público; también ha conseguido que, pese a su juventud (con solo dos ediciones en su haber), este festival esté empezando a afianzarse tanto en el terreno nacional como en el ámbito internacional.

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