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‘En 2023, el Umbra Light Festival consolida su prestigio’, por Alicia Serrano

Entre los días 9 y 11 del pasado mes de febrero, se celebró en Vitoria-Gasteiz la tercera edición del Umbra Light Festival. En esta ocasión, la empatía fue el leitmotiv a través del que las piezas dialogaron con la ciudad a lo largo del entramado urbano vitorino. Y es que, como aseguraron los organizadores del evento, «esta importante capacidad para identificarse con los demás y compartir sus sentimientos es, hoy día, más necesaria que nunca para alcanzar un futuro sostenible».
03.29.2023
Por Adadi
Categorías: Articulos | Destacada

Crónica redactada por Alicia Serrano

Entre los días 9 y 11 del pasado mes de febrero, se celebró en Vitoria-Gasteiz la tercera edición del Umbra Light Festival. En esta ocasión, la empatía fue el leitmotiv a través del que las piezas dialogaron con la ciudad a lo largo del entramado urbano vitorino. Y es que, como aseguraron los organizadores del evento, «esta importante capacidad para identificarse con los demás y compartir sus sentimientos es, hoy día, más necesaria que nunca para alcanzar un futuro sostenible». 

En mi opinión, poner la empatía en el centro de un Festival cuyos protagonistas son la luz y el arte es todo un acierto pues, la disposición para comprender y sentir otras realidades (aparentemente ajenas) nos puede llevar a mirar con otros ojos, a sentir a través de otra piel, a comprender, incluso, desde otras lógicas. En definitiva, la empatía nos ayuda a abrir nuestra mente a nuevas posibilidades; algo que, sin duda, es un rasgo esencial del arte.

De la mano de los organizadores de Umbra y de todos sus participantes, durante los tres días en los que se desarrolló el Festival; al caer la noche, Vitoria-Gasteiz volvió a llenarse de arte, luz y relatos… narraciones multidisciplinares que, como cada año, construyeron un resplandeciente recorrido a través del que redescubrir la ciudad. No es de extrañar, por tanto, que las vitorianas y vitorianos se lanzasen a las calles para disfrutar de la propuesta, abrazando al festival de un modo tan multitudinario como lo hicieran en su primera edición (cuando aún ni habíamos oído hablar del COVID19). 

Tal era el gentío que transitaba entre las obras expuestas, que apenas necesitabas echar mano del plano para saber cómo llegar a ellas. La sensación que se respiraba sintiéndote rodeada de tantísima gente feliz y estimulada era que, una vez más, Umbra 2023 estaba siendo todo un éxito de público.

Como ya viene siendo costumbre a lo largo de estas tres ediciones, la concurrencia es heterogénea y transgeneracional, y esto enriquece tremendamente el modo en el que son recibidas las diferentes propuestas. 

No obstante, algo innegable es que una parte importante del público asistente a un festival como Umbra son las familias con niños y eso es siempre una muy buena noticia. Y no sólo porque los pequeños y pequeñas sean estupendos receptores frente a la obra de arte (pues no tienen prejuicios y están abiertos a dejarse llevar). También porque educar su mirada, normalizar el disfrute de lo artístico en su cotidianeidad; en definitiva, convertirlos en un público exigente es la mejor manera de dar larga vida a este tipo de festivales (y, con ellos, al momento mágico en el que el light art toma y transforma las calles).

Pensar en ellos, por tanto, es huir del presentismo, articulando la idea del festival en clave futura. Y, pensar en Umbra como una propuesta a largo plazo, que pueda afianzarse y crecer año tras año, es algo que sus organizadores han tenido presente desde su primera edición. 

Esa mirada hacia el futuro, dado el contexto en el que nos encontramos en la actualidad, debe pasar inevitablemente por la reflexión sobre la sostenibilidad de este tipo de eventos a nivel energético y, por tanto, medioambiental.

En el caso del Umbra Light Festival esta ha sido, también, una prioridad esencial. De hecho, el pasado año, sus organizadores firmaron (junto a más de 20 festivales de iluminación europeos) el ILO Sustainability Manifesto que, como se explica en el programa del Festival, se trata de «un documento redactado por la Asociación Internacional de Festivales de Iluminación para promover la sostenibilidad en este tipo de eventos». 

Y este compromiso se ha traducido en el esfuerzo por utilizar fuentes LED, energías «limpias»; pero también en una llamada a los artistas y participantes para minimizar la huella de carbono en el transporte (dentro de la medida de lo posible) y reutilizar elementos a la hora de crear sus piezas y propuestas; intentando concienciar al público en la necesidad de crear desde lo sostenible, evitando el exceso de desperdicios innecesarios.

En cuanto al contenido del Festival, fueron 22 las piezas participantes en esta tercera edición. Entre ellas, pudimos ver las propuestas de algunos de nuestros socios como Vórtice de Azael Ferrer, Dreams de Emilio Valenzuela, Fragmentos del Alma, de Juan Gómez-Cornejo, Funnel de Sergio Gracia o Calls de Carlos Torrijos (entre otras).

El comisariado y la selección de proyectos fue, como cada año, remarcable. Y esto se demostró a través de las diferentes propuestas nacionales e internacionales seleccionadas y del cuidado (conceptual y técnico) que pusieron a la hora de adecuar cada una de las piezas a un entorno concreto de la ciudad de Vitoria. 

Y en este reflexionar sobre la relación entre el fenómeno lumínico y la experiencia de lo artístico, no quisiera acabar esta crónica sin hablar de uno de los puntos fuertes dentro del festival: el encuentro entre artistas, comisarios y directores organizado desde la Asociación de Autores de Iluminación en el marco del Umbra Light Festival.

Esta segunda edición del encuentro se llevó a cabo el sábado 11 de febrero, girando en torno a una idea clara: «La Luz en el Arte». 

Partiendo de este concepto, iniciamos la jornada acompañados de profesionales de calado internacional como María Güell – directora del festival LlumBCN-, Keith Watson – fundador de Kinetica Art Fair en Londres y director del Winter Lights Festival, en el Canary Wharf londinense-, y dos de los artistas participantes en el festival: el creador canadiense Robyn Moody y nuestro socio Juan Gómez-Cornejo – uno de los pioneros más destacados en la iluminación escénica de nuestro país y el primer iluminador al que se le concede el Premio Nacional de Teatro (2011) -.

Ya en la sesión de tarde, las ponencias se centraron en los diferentes «Procesos y propuestas de la luz en el arte». Los grandes protagonistas fueron, por tanto, los artistas y, en concreto, aquellos cuya obra formaba parte del Festival. 

Poder escuchar a los creadores hablar de algunas de las obras expuestas en Umbra es un modo inteligente de acercar al público al light art y de hacerles comprender más profundamente su complejidad e interés. 

Los artistas participantes fueron Detlef Hartung (creador de Haziak-Semillas), el colectivo Gheada (quienes presentaron Kymatic en Umbra2023) y nuestro socio Sergio Gracia (cuya pieza Funnel formaba parte también del festival). 

El último de los participantes, el arquitecto italiano Matteo Ferroni, centró su charla, sobre todo, en su proyecto Foroba Yelen (llevado a cabo en 2012 en la zona rural de Mali).

La posibilidad de generar un espacio en el que reflexionar y compartir experiencias entre profesionales de nuestro gremio que, además, se han centrado en diferentes ramas del mismo (la gestión, el comisariado, la creación artística, el diseño, etc.), no es sólo una propuesta atractiva. Es, también, un ingrediente necesario para que el Festival crezca de manera coherente, siendo consciente de los retos a los que se enfrenta, de las voces que de él forman parte y de la calidad que se le exige para seguir adelante. 

Por tanto, que el Encuentro organizado por la A.A.I. se haya desarrollado por segunda vez y lo haya hecho afianzando su calidad es una muy buena noticia. 

Lo es porque encuentros de este tipo dan visibilidad y espacio a nuestra materia prima, la luz, y a todos aquellos que (de un modo u otro) trabajamos por y para ella. 

Lo es porque no sólo te permite acercarte a la realidad profesional de otros compañeros y compañeras, también porque invita a plantear colectivamente a qué necesidades y retos nos enfrentamos en la actualidad.

Lo es, en definitiva, porque generando una escucha activa entre profesionales, abriendo espacio al diálogo, puedes entender más profundamente esos otros modos de hacer y (al hilo del leitmotiv en torno al que ha girado el Festival en esta edición) empatizar con esas otras prácticas, aprendiendo de ellas.

2023, en resumen, ha sido un buen año para Umbra pues, en su tercera edición, ha sabido mantener el nivel curatorial en la selección de piezas y artistas, el Festival ha funcionado a la perfección gracias al trabajo y la buena gestión llevada a cabo por la organización (pero también por todos los trabajadores y voluntarios que participaron en su desarrollo), ha afianzado el aspecto profesional y divulgativo gracias al segundo Encuentro organizado por la A.A.I. y, algo no menos importante; de nuevo, ha sido todo un éxito de público… Es indiscutible: Umbra Light Festival sigue creciendo y consolidando su propuesta año tras año.

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