El pasado 28 de Febrero de 2014, tras la asistencia días antes, al ensayo de conjunto de la ópera “Alceste” de C. W. Gluck, se celebró en la Sala Gayarre del Teatro Real, el 6º de los “Encuentros de la luz”. Encuentro, en esta ocasión, con la iluminadora Felice Ross, encargada de poner luz a la puesta en escena que el director Warlikösky ha realizado para “Alceste” representada en el Teatro Real.
Una vez más, hemos contado con la presencia de una artista de lujo, la diseñadora de luces Felice Ross, de prestigio reconocido a nivel mundial. Ha colaborado en producciones de grandes teatros de ópera en Tel Aviv, Varsovia, Washington, París, Munich, Berlín, Bruselas y en España en el Palacio de las Artes de Valencia y en tres ocasiones, siendo esta la cuarta, en el Teatro Real de Madrid. Ha trabajado con grandes directores de escena como Zeffirelli, Warlikösky o Trelinsky.
El encuentro con Felice fue muy productivo y agradable. Comenzó explicándonos su llegada a esta profesión, desde sus comienzos escolares en que quiso “actuar detrás, mejor que encima del escenario” cosa, en aquellos momentos, prácticamente vedada a las mujeres; y cómo fue esta la primera lucha que tuvo que mantener para seguir adelante. Pudo así conocer los entresijos, la maquinaria, el artificio que hace posible esa ilusión que al final resplandece sobre el escenario. Seguidamente optó por centrarse en la luz y así nos siguió hablando de cómo para llegar a ser un buen diseñador hay que haberse subido allá arriba a las altas escaleras a dirigir los focos, conocer bien los aparatos, su mecanismo y funcionamiento, y luego saber jugar con esas luces desde la mesa de control. Se refirió a su pasión por el color, a cómo se trata de un hecho estético que también es un hecho de significación que sirve a la dramaturgia, a los símbolos y atmósferas que envuelven la historia que queremos contar. Nos explicó la importancia del trabajo en equipo, de la relación con los demás oficios del teatro, en especial la escenografía y la creación de vestuario; así como del proceso con el director: esa comunicación y negociación que hay que mantener, a veces todo coincide, las ideas cuadran y es estupendo, otras veces no queda más remedio que hacer algunas cosas “que nos gustan menos”, pues el director tiene siempre la última palabra. También nos mostró imágenes de algunos de sus trabajos, sobre los que basaba muchas de sus explicaciones. Por ejemplo de la ópera que habíamos visto representar; nos mostró cómo y porqué había dispuesto las lámparas fluorescentes vistas, sobre la gran mesa del banquete y en la cruz inmensa del muro de foro, las complicación que suponía trabajar con una escenografía llena de reflejos especulares y metálicos, el gusto por las sombras que se creaban por los mismos aparatos de luz, o las que definían los cañones de seguimiento incluyendo los efectos de inversión, la sombra-luz que emanaba de los extremos de los brazos de la cruz y se desbordaba sobre las paredes de esa escenografía claustrofóbica, los led dispuestos al pie de las paredes y como había que equilibrar en lo posible, su tono con la fluorescencia, el amplio panel lleno de bombillas con recuerdos de cabaret, la dificultad para trabajar con gasa, proyecciones y continuos movimientos de maquinaria, y tantos detalles más.
Por último, el turno de preguntas fue sumamente agradable y distendido, estando “al quite” de todo lo que quisiéramos departir. Al final, se aludió a la campaña internacional “Salvar el tungsteno” que ella apoyaba incondicionalmente. Por mucho que en sus diseños primara el HMI, la fluorescencia o el vapor de sodio, consideraba algo irreparable para el teatro la pérdida de la incandescencia. Y al final al hacernos la “foto de familia” alguien en vez de decir el clásico “Pa-ta-ta” dijo “Tungs-te-no” y claro, nos reímos.
Gracias Felice Ross.